La nostalgia se velaba con el éter púrpura y naranja.
En otra densidad floté crucificada,
entre fulgores de líquida plata y crestas doradas.
Cristal agitado como la respiración de una muchacha presta a ser desvirgada.
Suelo arado por el lamer de las ondas que acarician las caderas y golpean los costados.
¿Quién me untan el alma con un bálsamo para soplar encima después?
La soledad no pesa tanto como el vacío de una ausencia.
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