Llego a casa y aquí todo tiene sed.
Muerde, tormenta de verano, la tierra de una vez.
Fortuito respiro del lánguido arder,
que el sudor empape por donde pisé.
Y se respire el aliento del bosque después.
¡Qué, de gris despedida, nazca un placer!
Deja que lo imagine porque no lo veré.
A través del anhelo, el espíritu dormiré.
Cuando me mire cansado, le cantaré.
Le cantaré desde dentro,
como abrazada, por el viento.