Efervescente
Bestia desbocada que, en pleno frenesí iracundo, iza las patas cual
bandera agitada desesperadamente; y que, en contra de la razón, es
contemplada en un estado de deleite estuporoso; mientras se aproxima a
tí en sus indómitas cabriolas. Aunque por propia supervivencia, dicha
quietud sucumbe ante el apremio de enfrentarse a la dicotomía que incita
a revelarse por huir o por frenar el arrebato. No cabe acto más
impetuoso que el de tomar montura y, llevando las riendas, dirigir tal
vehemencia. Y, sin embargo, ¿quién no ha sido alguna vez esclavo del deseo?
(02/10/2010)